lunes, enero 20, 2025

Naufragio en la derecha francesa

François Fillon dice ser víctima de un «asesinato político». Cabe entender que se considera ya un cadáver. Pero no renuncia. A punto de ser imputado en un caso de malversación de fondos públicos, debilitado por el abandono de colaboradores directos, relegado en los sondeos, el candidato presidencial de la derecha francesa afirma que irá «hasta el final», cueste lo que cueste. Habrá quien admire su fuerza de voluntad. Muchos, a su alrededor, hablan de «delirio» y «suicidio colectivo». La presidencia de la República, que hace sólo dos meses parecía asegurada para Fillon y los liberal-conservadores, se ha convertido en un sueño casi imposible. Su campaña electoral, que empezó como un paseo triunfal, es ahora una pesadilla.

Fillon recibió a primera hora de la mañana la convocatoria del juzgado. Debía presentarse el próximo 15 de marzo para ser formalmente imputado por el caso de los empleos ficticios de su esposa, Penelope. Ella fue citada el día 18, también para la imputación. Los jueces creen, como la Oficina Anticorrupción, que Penelope Fillon cobró casi un millón de euros de fondos públicos sin desempeñar a cambio ningún trabajo real. Las fechas de las convocatorias resultan críticas: el 17 se entregan los avales para la proclamación de las candidaturas. Después del 17 ya no puede haber cambio de candidato.

Fillon suspendió su anunciada visita matutina al Salón de la Agricultura, una cita ineludible para cualquier aspirante a la Presidencia, y anunció que a mediodía realizaría un anuncio solemne en su cuartel general. Se desataron las especulaciones sobre una posible renuncia.

Antes de comparecer ante la prensa, el candidato quiso asegurarse de que el partido no le obligaría a abandonar. Su supervivencia dependía de las rencillas ajenas. Un sector del partido quiso que le sustituyera Alain Juppé, pero Nicolas Sarkozy impuso su veto. Sarkozy propuso como sustituto a François Baroin, y entonces fue Juppé quien vetó. Confortado por la ausencia de alternativas, Fillon descartó la renuncia y preparó una declaración de una violencia asombrosa. En la historia reciente de Francia, sólo Jean-Marie Le Pen había recurrido a un lenguaje tan duro en una campaña electoral.

«No cederé, no me rendiré, no renunciaré, iré hasta el final porque, más allá de mi persona, es la democracia la que sufre un desafío», proclamó. «Muchos de mis simpatizantes y de quienes me apoyaron en unas primarias con cuatro millones de votantes hablan de un asesinato político. Es un asesinato, en efecto. Por la persecución desproporcionada, por la elección de las fechas, no sólo se me asesina a mí, también a la elección presidencial». Situándose en el papel de víctima en una «violación sistemática del Estado de Derecho», contrapuso la justicia a los votos: «Me remito al pueblo francés porque sólo el sufragio universal, y no un proceso judicial intencionado, puede decidir quién será el próximo presidente de la República».

Y siguió: «Es el voto de los electores de la derecha y del centro el que se rompe, es la voz de millones de electores que desean una auténtica alternancia la que queda amordazada». «Os pido que resistáis, yo lo hago, mi familia lo hace pese a todos los tormentos, mi familia política lo hará, y, más allá, también quienes creen que, en último extremo, solo el pueblo puede decidir».

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