La imagen presidencial del actual mandatario estadounidense Trump, se ha puesto de manifiesto en todos los círculos sociales y políticos del mundo.Y no es por que se trata de un estilo de gobernar sino de una incapacidad que guarda relación a su falta de experiencia en los niveles que debe poseer un estadista como presidente de los EE.UU. y no con un bajo nivel de populismo que muchas veces le saca provecho alborotando a quienes votaron por él.
Las últimas encuestas sobre la aceptación del mandatario estadounidense, reflejan una caída galopante de impopularidad con un 57% frente a un 39%, de aceptación con un margen de error de un 3.9%, lo que define que su persona como presidente viene cayendo de picada cada día que se develan las encuestas que son de dominio público.
Pero no es la impopularidad del presidente Trump, la que define su mal comportamiento; es la cantidad de contradicciones y retos a la sociedad la que sigue llevando al mandatario a no gozar de la confianza en la mayoría del pueblo estadounidense.Los escándalos provocados por él dentro y fuera de la Casa Blanca.Su conducta inapropiada con sus mismos colaboradores, han permitido que se escriban episodios con publicaciones en libros que no únicamente dicen dar miedo sino terror.
Es verdad, que la economía se ha mejorado como una continuidad del gobierno del presidente Obama; pero al pueblo estadounidense hay que sostenerlo con principios y valores por los que fue creada esta nación. Ese contexto es lo que sirve en un país donde sus instituciones son el pilar de una democracia con libertad.
Pensar que un gobierno tiene que reflejarse como un negocio en un Estado, es considerar que una sociedad se identifica más en su economía que en sus valores. Los vergonzosos escándalos del actual mandatario estadounidense, felizmente no son los que representa esta gran nación y su pueblo, porque es importante separar la política como ciencia, que la de aquellos que son políticos para servir al conglomerado y su conjunto y no para servirse de éste.
Estos malestares por los que estamos pasando con el presidente Trump, han merecido que muchos congresistas estén pensando en aplicarle la 2da. Enmienda Constitucional, para destituirlo, cosa que no consideraría sea oportuna esa aplicación, porque para ello, existen dentro de la Constitución de los EE.UU.,otros atenuantes de mayor peso jurídico para que pueda ser sujeto a una destitución presidencial u obligarlo a que renuncie como el caso del presidente Richard Nixon en el escándalo Watergate, en los años 1974, que lo obligó a dimitir y cuyo sustento constitucional fue aprobado por el Congreso como un mecanismo para asegurar la sucesión en el poder tras el asesinato en 1963 del presidente John F.Kennedy, y en ese momento, el vicepresidente Lyndon B.Johnson asumió la jefatura del Estado pero no existía claro para ocupar su cargo, que había quedado vacante.
Dentro de estas consideraciones, es necesario que no olvidemos, que el mismo Congreso de los EE.UU.,propuso esta enmienda, que fue aprobada en 1965 y se convirtió en parte de la Constitución en 1967, tras ser ratificada por 38 estados de la Union Americana, conteniendo cuatro disposiciones.La primera establece que el vicepresidente se hará cargo del gobierno si el jefe de estado muere, renuncia o es destituido.La segunda señala que si se produce una vacante en la vicepresidencia, el presidente debe nombrar un reemplazo que debe ser confirmado por una mayoría en ambas cámaras del Congreso; esto es, la Cámara de Representantes y el Senado Estadounidense.La tercera permite al presidente delegar sus funciones en el vicepresidente, de forma temporal.
Y la cuarta, crea el mecanismo mediante el cual el vicepresidente y la mayoría de los miembros de gabinete pueden declarar que el presidente no es capaz de “desempeñar las funciones y obligaciones de su cargo”lo que puede llevar a que el mandatario sea sustituido por su número dos; es decir, por el vicepresidente.Esta última disposición es la única que nunca ha sido utilizada y es justamente la que está ahora en medio del debate político, principalmente cuando a estas alturas el presidente Trump, según encuestas, para las elecciones de noviembre 6,2018, estaría perdiendo hasta el Senado.