Comenzaríamos determinando, que ante el inhumano éxodo de cientos de miles de venezolanos hacia el continente americano, y que los países de Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile y Argentina, de la región sudamericana, está ocupando el primer lugar, y al dictador del gobierno de Venezuela Nicolás Maduro, le importa un “comino” su pueblo que en gran parte huye ante la pobreza que se convirtió en ellos una miseria incontenible; porque ante la escasez de alimentos, atención médica en hospitales y medicina, falta de trabajo y con una moneda devaluada a la que se le suprimen los ceros cada vez que al camionero se le ocurre, los niños y ancianos mueren con la venia del dictador y para el colmo, la gente que llega a comer algo, es de los sitios de basura, algo inverosímil en el país que tiene la segunda reserva petrolera mas grande del mundo.
Sin embargo, la oposición política a este régimen dictatorial se produce porque los miembros de la sociedad disienten sobre los límites del Poder que se ha aplicado al pueblo venezolano, dejando indefensa a la institucionalidad del Estado; es decir, que se ha roto el hilo constitucional de su democracia y opta por una gobernabilidad al margen de la Constitución de Venezuela. Y lo peor es aún más, que estos acontecimientos están avalados por altos Jefes de las FF.AA., abandonando su misión de garantizar la voluntad del pueblo y hacer respetar la Constitución.
A estas alturas, si los militares estuvieran cumpliendo su juramento, al dictador Nicolás Maduro, se le hubieran quitado el respaldo militar para que sea juzgado por lesa humanidad, porque la disensión ha afectado los principios de una paz social, y su corazón colectivo está ascendido en dos: la discordia se convierte, en dos sociedades, en dos grupos de hombres, dentro de un mismo espacio social que combaten entre sí para destruirse porque sus opiniones sobre los temas últimos discrepan, porque el cimiento de la concordia cívica es la convicción sobre quién debe mandar y quién debe obedecer, sobre cuándo, cómo y para qué mandar. Cuando esta convicción común se enturbia y despedaza, el gobierno se convierte en una entelequia mostrenca que funciona impura y torpemente.
Al dictador Nicolás Maduro, puede de nírselo con un análisis simplista, porque tiene un ingrediente que no es digestivo llamado autoritarismo o sea dictador deshumanizado, porque ve sufrir y morir a los seres humanos sin que a él le cause dolor. El hombre autoritario, según sicólogos, posee una tendencia a encarar los problemas políticos e incluso las relaciones personales, en términos simplistas de blanco y negro, santos y perversos, amigos y enemigos. A los primeros los de ende por encima de todo y a los segundos los elimina sin misericordia, porque se encuentra, también, obsesionado por la acción que lo impele a un activismo desarticulado, sin fundamento en una teoría coherente, sino más bien en la intuición y el instinto.
El autoritario se cree además, poseedor exclusivo de la verdad y, por eso, quien se le opone está absurdamente equivocado y le atribuye su actitud a la envidia, maldad, estupidez, sabotaje o conspiración. Convencido de la actitud de sus actos, practica asiduamente la política del todo o nada y empuja a sus adversarios a un callejón sin salida. O muere él o mueren sus adversarios; o lo aplastan o aplasta; o lo humillan o humilla. Busca finalmente resultados inmediatos y por eso pre ere la imposición al lento camino de la negociación y el diálogo. Cuando su actitud suscita la resistencia avasalla con la violencia reclamando sus derechos de libertad y democracia, pero que es impulsada por el dictador ante el abuso de Poder.
Los venezolanos que abandonan su país, cruzando caminos de frontera a frontera, por países de la región sudamericana, son madres y padres con sus hijos que buscan darles de comer para no morir de hambre. Buscan salvar sus vidas porque en su país solo comen los del gobierno y los que tienen una tarjeta para recibir migajas. Son jóvenes profesionales que no tienen futuro con un gobierno dictatorial, que les cerró las puertas, porque la corrupción desde el Palacio de Mira ores, se apoderó de su futuro, de su libertad, de su democracia y de su destino. Se les quitó todo menos el haber nacido en territorio venezolano, porque por su éxodo obligado lo tendrá que pagar el deshumanizado dictador Maduro y todos sus cómplices. Esa justicia llegará y cuando llegue Venezuela será nuevamente libre y los venezolanos, tendrán al país que fue antes, y hasta tanto, ningún ciudadano de Venezuela, en el exilio, dejará de recibir ayuda humanitaria en todos los pueblos que ellos transiten.