Austin.- Como cientos de miles de inmigrantes indocumentados que aguardaban la decisión de la Corte Suprema sobre los alivios migratorios DACA y DAPA, a Isabel Medina, una inmigrante mexicana que lleva 20 años indocumentada, madre de Ryan y Jimmy, nacidos en Estados Unidos, se le derrumbaron sus ilusiones al escuchar el fallo que bloquea los programas de acción diferida anunciados por el Presidente Obama en 2014.
“Había puesto todas mis esperanzas en DAPA [Acción Diferida para los padres de los Nacidos en Estados Unidos] porque quiero tener a mi familia junta. Lo más difícil ha sido vivir con el miedo de no regresar a la casa, de ser detenido por migración cuando uno lleva a sus niños a la escuela, cuando va al trabajo o se dirige a hacer trabajo de voluntaria”, dijo Medina con la voz entrecortada por las lágrimas que amenazaban con no dejarla hablar.
Esta inmigrante hasta participó en un ayuno en las escalinatas de la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito de Nueva Orleans para presionar por DACA y DAPA en octubre de 2015.
Tanto ella como su esposo son indocumentados. El hijo mayor de Medina, Christian de 21 años, logró resolver su situación migratoria a través de DACA.
Pero Medina dice que no se quedará cruzada de brazos y ahora pondrá toda su energía para que se apruebe una reforma migratoria.
María Ortiz, trabajadora de la limpieza de edificios, quien incluso ha trabajado en el aseo de las oficinas de La Opinión y lleva 25 años como indocumentada, confiesa que esperaba ansiosamente beneficiarse de DAPA para poder viajar a México a ver a sus padres.
“A través de mi hija Yvonne Palma, de 24 años, hubiera calificado. Desgraciadamente no se ha podido. Me siento muy triste pero a la vez con un coraje, con esas ganas de que no quede todo aquí y seguir en la lucha. Concientizar a la gente, que no somos una carga y que venimos a contribuir”, comenta también entristecida.
Decenas de inmigrantes se dieron cita en la Coalición por los Derechos de los Inmigrantes de Los Ángeles (Chirla) tras el fallo de la Corte.
“No nos podemos dar por vencidos. Usemos esa frustración para crear más poder en la comunidad: haciéndonos ciudadanos, registrándonos para votar y votando el día de la elección para elegir a personas que realmente respalden a nuestras familias”, exhorta Angélica Salas, líder de Chirla.
La lucha continúa
“Ha sido muy decepcionante. Esto me recuerda que tenemos que seguir en la lucha porque DAPA sólo era para 5 millones pero hay 11 millones de personas indocumentadas por las que tenemos que luchar”, dice hecha un mar de lágrimas, Gabriela Cid, cuyos padres indocumentados Cupertino y María se hubieran beneficiado con DAPA.
Cupertino Cid, el padre de Gabriela se gana la vida con una lonchera en la que vende tacos. Para Cid, DAPA le hubiera dado la oportunidad de viajar a ver a su madre de 83 años.
“Tengo 22 años que no he ido a ver a mi jefecita. Mi corazón está allá. Pensé en regresar a México pero no me fui porque quería que mis hijos que nacieron aquí tuvieran una mejor educación”, dice Cupertino. Y lo ha logrado su hija Gabriela Cid –tiene una maestría en administración pública mientras que sus hijos menores de 22, 17 y 15 años se encuentran en la universidad y en la secundaria.