Ciudad de México – México.- La guerra contra el narcotráfico ha vuelto a México y lo ha hecho con dimensiones inusitadas para los habitantes de ese país.
Entre 2006 y 2012, en el sexenio del expresidente Felipe Calderón, el combate a los cárteles hizo que las organizaciones criminales reaccionaran de manera desmedida, sobre todo en ciudades que se ubican al norte de la geografía azteca.
No obstante, en la actualidad, la violencia que antes se circunscribía a ciudades como Juárez, Tijuana, Culiacán, Reynosa o Nuevo Laredo se ha extendido al resto de la República mexicana.
Adicionalmente, en medio de su accionar, el narco ha dejado de discriminar entre adultos y menores.
En el pasado, agrupaciones como el cártel de Sinaloa se enorgullecían de asesinatos selectivos, en los que eran atacados ciertos miembros de una familia, mientras que los demás eran dejados ilesos, sobre todo si eran niños.
En función de los hechos recientes, esa práctica parece haber quedado atrás En junio, un pequeño fue asesinado, junto a su padre, en el estado de Sonora. Un mes después, otro de 10 años murió durante un atraco en el estado de Puebla.
Al gris panorama que ha sido creado por el recrudecimiento de la violencia armada se suma la indolencia de los ciudadanos. “Pareciera que nos estamos acostumbrando a ver esto”, dice al respecto Lenit Enríquez Orozco, una activista de Coatzacoalcos, ciudad petrolera que se localiza en el estado de Veracruz.
Para explicar la apatía, expertos como Alejandro Hope, analista en temas de seguridad, subrayan que, en México, más del 90% de los asesinatos quedan impunes. Ello, asegura el especialista, hace que el riesgo y posible castigo que acarrea el matar a un hombre, sea igual al riego y posible castigo que implica acabar con la vida de su familia.
