Managua – Nicaragua.- La vicepresidenta y primera dama de Nicaragua, Rosario Murillo, pidió a los manifestantes que se oponen a su gobierno que “dejen de joder” y dijo que “no merecen ser considerados nicaragüenses”.
La polémicas palabras de Murillo, quien ya tiene casi 13 años en el poder, fueron lanzadas en respuesta a una manifestación que intentaron familiares de unos 160 presos políticos para pedir su liberación.
Pero la protesta fue reprimida por agentes de seguridad que arremetieron a golpes, patadas y con objetos contundentes. La madre de un detenido sufrió fractura de pómulo al caer al piso en un ataque de un policía.
“¿Qué quiere el pueblo? Paz, trabajo, seguridad. Ya dejen de joder, dice la gente. Ya dejen de joder, decimos todos”, expresó Rosario Murillo en referencia al grupo de manifestantes que continuamente está en las calles.
“No merecen ser considerados nicaragüenses porque no piensan ni actúan como nicaragüenses, piensan y actúan con botas imperiales”, agregó.
Los insultos rápidamente generaron una ola de respuestas en redes sociales criticando el lenguaje soez de la primera dama.
Una de las reacciones salió de la propia hija de la vicepresidenta. “Todo el que ha visitado el Búnker del Carmen, conoce de esos arrebatos de soberbia y vulgaridad por parte de Rosario Murillo. ¡Ahí no se salva nadie!… Hijos, familia, oportunistas o sicarios, habrán recibido una bofetada con palabras. Ahí dentro, es el reino del silencio. Todo mundo calla y obedece”, dijo Zoilamérica Nárvaez Murillo, quien vive en el exilio en Costa Rica y ha denunciado los supuestos abusos y violación que sufrió de niña por parte del ahora presidente Daniel Ortega.
“La Primera Dama de Nicaragua no tiene ni un dedo de ‘dama’”, dijo la ex congresista del sur de la Florida Ileana Ros-Lehtinen.
El día de la manifestación, 12 de noviembre, el Departamento del Tesoro sancionó al hijo de la pareja presidencial, Rafael Ortega Murillo, por lavado de activos y corrupción.
Nicaragua vive una crisis política y social desde 2018 cuando una serie de manisfestaciones contra el gobierno de Ortega enfrentó una fuerte represión que dejó más de 300 muertos, cientos de encarcelados y miles de exiliados.