MEXICO – En el trajín por la Ciudad de México, Viviana Reyes, como cinco millones de usuarios diarios del Metro, observa que la lluvia se filtra en algunas estaciones. El agua, gota a gota, forma charcos que le mojan los zapatos y la hacen chasquear por los pasillos malhumorada y húmeda de las pantorrillas hacia abajo.
Otras veces padece en los vagones por falta de ventilación. Del cuello hasta la espalda y la entrepierna el sudor recorre los cuerpos que se estremecen mal molientes. O simplemente las puertas no cierran mientras el timbre de alerta chilla imparable en el abrir y cerrar desesperado del conductor que desde la cabina intenta avanzar.
Los problemas parecieran ser menores, fallas hasta cierto punto normales en uno de los sistemas de transporte público más grande del mundo, pero no es así. Es una alerta emergente, la punta del iceberg de un problema mayor.
A un año de cumplir 50, el Metro necesita de una buena talacha o renovación si se quiere evitar una desgracia, dicen sindicalistas y observadores. La mayoría de los casi 400 trenes terminaron su ciclo de vida saludable y requiere cambios.
Benito Bahena, dirigente de la Alianza de Tranviarios, precisa que se trata de una aguda falta de mantenimiento cuya expresión más evidente es la lentitud porque para evitar derrapar en las vías mojadas (en la Ciudad de México llueve casi todo el año) por falta de frenos ágiles, los trenes bajan la velocidad al mínimo.
“Si las unidades no responden a las necesidades de un frenado rápido es un peligro mortal acelerar el paso”.
En mayo pasado, dos convoyes de la Línea 5 chocaron por el derrape de los neumáticos del tren bajo la lluvia y, aunque sólo hubo lesionados, puso la lupa en el deterioro del sistema, tanto de los trenes como de la infraestructura.
Arturo Bautista, presidente de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción en la Ciudad de México, alertó que la falta de inversión ha provocado incendios, humaredas, y fallas en las vías o en los sistemas de señalización en estaciones como Pantitlán, una de las más concurridas
“El año pasado, un tren se paró, la gente se bajó y tuvo que caminar por la vía”.
Al respecto, la dirección general del Metro ha dicho que es un asunto de presupuesto: se requieren alrededor de 2,000 millones de dólares para levantarlo y el gobierno de la Ciudad de México no ha querido soltarlo. “No ha permitido que vayamos sustituyendo equipos que ya son obsoletos”, dijo el titular Javier Jiménez.
Los usuarios, en tanto, son testigos de la decadencia. Galicia Alberto, de 28 años, , dice que ha visto vidrios rotos, lámparas fundidas, ventanas trabadas y que el audio de comunicación entre los usuarios y los conductores destartalado. “Cuando habla el conductor no se entiende nada, parece distorcionado”.
Lo peor, agrega Yesenia de Jesús, son los atrasos que les genera conflictos laborales. “Mi jefe se enoja porque llego tarde”.
Otros temen lo peor: que a los problemas de la invasión de vendedores ambulantes y ladrones que invaden al Metro, se agregue un accidente que pudo evitarse con un poco de atención. “Tengo miedo, claro, pero no puedo dame el lujo de ir en taxi a trabajar todos los días”, suspira Galicia poco antes de ingresar a la estación Chilpancingo.
