viernes, junio 21, 2024

Mexicana estudia en Harvard sin papeles y sin dinero

LOS ÁNGELES, California.- Rosa confiesa que se la piensa dos veces antes de hacer esta confesión: «soy indocumentada». Para esta mexicana de 19 años no ha sido fácil abrirse en las aulas de la Universidad Harvard, que el año pasado le abrió las puertas por sus méritos académicos, sin importar que su familia no podía pagar su elevada colegiatura o que la joven que aceptaba ni siquiera logró cobijarse con el Alivio Migratorio para los Llegados en la Infancia (DACA).

Ahora Rosa, quien pide no revelar su apellido por temor a los operativos de ICE, camina llena de orgullo por los pasillos de la prestigiosa alma mater de ocho presidentes de Estados Unidos y con 150 premios Nobel en su lista de alumnos y catedráticos. Ella también quiere dejar huella en ese campus.

En unos días, esta joven nacida en Jalisco que llegó a la California a los 10 años comenzará su segundo año en Harvard, donde estudia Historia y Gobierno. La becaron por los 75,000 dólares anuales que cuestan las licenciaturas, incluyendo vivienda y alimentación. Sus padres solo compran los libros.

«Yo soñaba con ir a Harvard desde el quinto grado», dijo Rosa en una entrevista con Univision Noticias. «Logré entrar con mucho trabajo y esfuerzo, porque tuve que tomar clases muy difíciles, hacer muchas actividades fuera de la escuela y sacar buenas calificaciones para poder enviar mi solicitud de ingreso», contó.

Al concluir la preparatoria Valley de la ciudad de Santa Ana, en el sur de California, Rosa obtuvo un promedio general (GPA) de 4.8, que supera la calificación perfecta porque tomó clases avanzadas.

Dice que ha mantenido su rendimiento escolar a pesar de que desde niña supo que no tenía papeles y de que aún existe la posibilidad de que jamás ejerza su carrera. En 2008 falleció su abuelo y ella viajó con su familia a México para sepultarlo. Esa salida truncó su estadía constante en EEUU y la descalificó del alivio migratorio DACA, que ha beneficiado a casi 800,000 jóvenes indocumentados.

«Por tres meses perdí DACA», lamenta. «Bajó mi moral poquito, pero como dice mi mamá: ‘O puedo quedar vencida en el piso o me puedo levantar y seguir’. Así es que me levanté», recuerda orgullosa.

 «El miedo es normal»Rosa es la primera de su familia que asiste a la universidad. Su padre, un trabajador de la construcción, solo concluyó la secundaria, y su madre, dedicada al hogar, apenas acudió a la preparatoria. Ambos originarios de Jalisco, cruzaron la frontera para que a sus hijos les fuera mejor.

«Mi mamá me dijo que por ser indocumentada tenía que trabajar más duro para ganarme un lugar en Estados Unidos», comenta.

Y un día recibió una carta que le informaba que se había ganado uno de los pocos espacios disponibles en Harvard. Cada ciclo, más de 300,000 interesados envían solicitudes de ingreso, pero solo 2,100 son elegidos. «Ese día fue el más feliz de mi vida», contó Rosa y compartió que al llamarle a su madre para darle la buena noticia tuvo una reacción inesperada. «Se puso tan feliz que me colgó el teléfono».

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