Los Ángeles – EEUU.- María Barrera es una inmigrante mexicana que, desde muy joven, se ha dedicado al servicio de los que, como ella y como sus padres, llegaron a Estados Unidos en la búsqueda del “sueño americano”.
La mujer, que actualmente tiene 35 años de edad, arribó a suelo estadounidense con apenas cinco. Poco después de superar la adolescencia, a los 17 años, María empezó a trabajar como activista y a defender los derechos educacionales y humanos de los jóvenes indocumentados.
Sin embargo, no fue sino hasta su plena juventud que se involucró, de lleno, en la organización de protestas y de eventos a favor de los inmigrantes. Para ese entonces, la mexicana ya había completado sus estudios en Ciencias Políticas, en la Universidad de California Davis (UC Davis).
“Cuando lideraba los círculos (de conversación), siempre salía esa emoción, siempre estaba la tristeza de ser indocumentada, los limites, los riesgos”, cuenta María.
La mujer agrega que “cuando yo hablaba con ellos (los inmigrantes), me daba cuenta que se me hacía fácil; que yo podía hacer sentir bien a otros”.
Luego de años de lucha a favor de los indocumentados, María Barrera empezó a sentirse desgastada. “Mi energía era mucho menos que cero. Eran diez años de activismo y empecé a sentir que mi cuerpo y mis emociones estaban bajos”, comenta.
Por esa razón, la mexicana se apartó de las actividades que le fueron usuales durante esa década y, más tarde, ingresó a la maestría de Medicina China Tradicional, en la Universidad Southern California University of Health Sciences.
“Comencé a sentir interés por la acupuntura”, confiesa la inmigrante, antes de añadir que “aprendí que, si tienes mucha acción, debe haber un balance con el descanso”.
Aquella enseñanza la motivó a especializarse en acupuntura, pero también en hierbas, masajes, nutrición y movimientos para sanación.
Todos esos conocimientos fueron los que le permitieron convertirse en empresaria. Hoy por hoy, la mujer es la fundadora del Athena Acupuncture and Wellness Center, localizado en la ciudad de Whittier, California.
En ese recinto, María aplica tratamientos con los que procura el bienestar físico, mental y espiritual de quienes le visitan, pero, en especial, de los miembros de su comunidad.