viernes, abril 19, 2024

El problema del cigarrillo es la dopamina

Por: Luisa Fernanda Montero. 
Después de haber superado el tabaquismo -cosa que no fue nada fácil- y haber descubierto que la vida sin cigarrillo es mejor en muchos sentidos, me he detenido a pensar qué hizo que me apegara tan patéticamente a un vicio tan dañino.
Y he llegado a concluir que el asunto tiene que ver con la dopamina, con la sensación de placer que genera la dichosa hormona al ser estimulada por los componentes del tabaco, la nicotina, el alquitrán o cualquiera que sea el culpable. Eso, claro, no es nuevo para nadie, pero me obliga a pensar porqué algunos humanos nos vemos abocados a buscar esas sensaciones en fuentes tan nocivas.
Y creo que ahí hay una clave muy importante. Las respuestas pueden ser tan amplias como amplio es el universo de fumadores, pero el asunto es que cada uno encuentre su respuesta.
¿Qué me da el cigarrillo? ¿Por qué me siento satisfecho con uno en la mano? ¿Cuál es el vacío que pretendo llenar con el vicio?
Todos sabemos que fumar hace daño, que causa estragos en nuestro organismo, que puede llegar a matarnos, que nos hace oler mal, que nos da mal aspecto, que envejece y afea, y sin embargo fumamos. Aun a sabiendas de los daños, fumamos.
Creo que para aquellos que están tratando de dejar de fumar, esa es una clave. La dopamina. Como reemplazar la sensación de satisfacción que me da aspirar el humo de un cigarrillo.
Yo por ejemplo descubrí que me daba seguridad y una vez lo descubrí entendí que mi problema no era el cigarrillo si no mi inseguridad, y en ese camino empecé a trabajar para convertirme en una persona más segura de mí misma, así, poco a poco pude deshacerme del fastidioso humo que lo abarcaba todo.
Si la meta es dejar el cigarrillo atrás, tenemos que averiguar que nos lleva a él.
Muchas veces, cuando pensamos en dejar de fumar, nos enfocamos en la ansiedad que nos producirá el no hacerlo y empezamos a desesperarnos aun antes de intentarlo.
¿Por qué no pensar mejor en la sensación que puede producirnos saber que somos dueños de nuestra vida? ¿Qué somos capaces de tomar decisiones? ¿Qué estamos respetando nuestro cuerpo? ¿Qué vamos a vernos y a sentirnos mucho mejor?
Una vez que apagamos el último cigarro los efectos en el organismo son prácticamente inmediatos. Según los expertos veinte minutos después de dejar de fumar se empieza a normalizar la tensión arterial, a las pocas horas disminuye el riesgo de muerte súbita y se elimina el monóxido de carbono en sangre, poco a poco se empieza a mejorar la capacidad física, mejoran nuestro olfato, nuestro sentido del gusto y nuestra piel… pero además, la capacidad pulmonar empieza a aumentar tan solo una semana después de haber apagado el último cigarrillo.
Esas son buenas razones; pero cada uno tiene sus motivos, sus respuestas y sus caminos. La invitación es a descubrirlos, lo que encontremos solo puede hacernos bien.
Si está tratando de dejar de fumar puede obtener ayuda en 1-855-DÉJELO-YA -1-855-335-3569.

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