jueves, mayo 9, 2024

Reencuentro de niño inmigrante y su familia depende de un juez

Houston – EEUU.- David Xol es un pastor evangélico de Guatemala. Byron Xol, su hijo, es un joven que ha sido amenazado de muerte, por no querer unirse a una pandilla que opera en San Miguel de El Limón, el pueblo del que ambos son originarios.

 

David, de 27 años, y Byron, de tan sólo 9, llegaron a Estados Unidos en abril de 2018. El progenitor solicitó préstamos y pagó seis mil dólares para contratar a coyotes que los ayudaron a llegar a suelo estadounidense, dentro de una caja de madera.

 

Una vez en la tierra del “Tío Sam”, padre e hijo fueron capturados por la Patrulla Fronteriza y trasladados hasta centros de detención diferentes. Para ese momento, la justicia aún no fallaba en contra de la separación de familias que habían llegado juntas, a través de la frontera sur.

 

Inmediatamente, David fue deportado. Sin embargo, antes de que eso sucediera, funcionarios estadounidenses le engañaron para que firmara un documento, en el que aceptaba la permanencia de su pequeño en Estados Unidos.

 

En consecuencia, el hombre regresó a su Guatemala natal, mientras que Byron tuvo que quedarse en una antigua escuela de Texas, cuyas instalaciones fueron acondicionadas para que sirvieran de refugio a unos 160 menores.

 

Cuando el niño llevaba alrededor de un mes en el albergue, el juez Dana Sabraw ordenó acabar con la separación de familias. En virtud de ese fallo, pequeños que tuviesen menos de cinco años se tenían que reencontrar con sus progenitores en 14 días y los mayores, en menos de 30.

 

Tras el dictamen, los padres que, como David, habían sido devueltos a sus naciones de origen, tuvieron que escoger entre reencontrarse con sus hijos en el país del que decidieron emigrar o resignarse a que los menores permanecieran en territorio estadounidense.

 

Tomando en consideración la amenaza de muerte en contra de Byron, David y su esposa, Florencia, aceptaron que el niño siguiera en Estados Unidos. En esa decisión, hombre y mujer fueron asesorados por Ricardo De Anda, abogado de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés).

 

El jurista también sugirió al joven padre que solicitara asilo, en Estados Unidos, argumentando persecución por motivos religiosos.

 

La elección de sus progenitores, llevó a Byron a vivir en varios albergues, hasta que De Anda consiguió que una familia de Austin, Texas, lo acogiera temporalmente en su seno.

 

El Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) trató de objetar aquella resolución, pero un juez federal dictó sentencia a favor del abogado y de sus representados guatemaltecos.

 

Luego de esa batalla legal, el pequeño indocumentado fue recibido por su familia adoptiva. Con ellos se recuperó de una rotura que sufrió en uno de sus muslos y que no fue atendida por las autoridades encargadas de su supervisión.

 

Hace poco, Byron celebró su cumpleaños y ahora está a la espera a que el juez Sabraw – el mismo que puso fin a las separaciones el año pasado – decida si sus padres y sus otros dos hermanos se pueden reunir con él, en Estados Unidos.

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