El cambio de mando que asume el nuevo mandatario estadounidense el 20 de enero 2017, está dejando, por lo menos hasta hoy, incertidumbre de mucha importancia; tanto porque el escogitamiento de los colaboradores del hasta hoy presidente electo Donald Trump, se han realizado, sin transparencia, y otros, que han sido llamados pero sin aceptar; y, también renunciar de postulaciones de alto nivel.
Dentro del proceso de transición para estar en la Casa Blanca y convertirse en el presidente de los Estados Unidos de América y ser el Comandante en Jefe de las FF.AA. del país mas poderoso del mundo, requiere de componentes muy serios para un mandatario; entre ellos, una sabiduría política para gobernar con inteligencia suprema los problemas domésticos e internacionales, que ya tiene que haber pasado por un equipo de asesores antes que un presidente tome las decisiones, precisamente en el periodo de transición con el que tiene que mirar la realidad sociopolítica, al margen de una capacidad administrativa empresarial que pudiere adjudicársele al presidente electo Trump. Este periodo de transición, lo han vivido 44 presidentes estadounidenses, cuyo ejemplo le han dado a esta gran nación una categoría de tener la mejor democracia del mundo; precisamente cuando en ésta está los que forman parte de ella, en una lista corta. Esos nombres son: George Washington, James Monroe, John Quincy Adams, Abraham Lincoln, William McKinley, Franklin Roosevelt, y potencialmente, los presidentes asesinados James Garfield y John F. Kennedy, y a esta lista debemos añadir al fundador principal de la independencia y la república constitucional de nuestra nación, Benjamin Franklin.
El actual presidente electo Donald Trump desde que fue electo, comenzó a cambiar las reglas de juego dentro de un proceso de transición, que no guarda los lineamientos marcados en un protocolo que por siglos rige en la Casa Blanca. Ha cambiado la posición presidencial en transición, al incurrir en declaraciones públicas en política internacional. La misma forma del concepto como presidente electo, no posesionado, y por lo mismo, no es aún presidente de los Estados Unidos de América, como lo ordena la Constitución Estadounidense, con juramento ante el Congreso Americano, poniendo su mano en la Biblia, no es Presidente; por cuyo análisis el proceso de transición está sufriendo una imprevisibilidad de manifiesto transicional.
La campaña hacia el camino que lleva a la Casa Blanca, ya terminó y por lo tanto, anteponer precisiones como mandatario posesionado, porque todavía no está legitimada su figura presidencial. Nos permitiríamos considerar, que todo el mundo, o al menos la mayoría de éste, está pendiente de lo qué mismo estaría en su discurso de posesión y a qué parámetro llegaría como estadista. La agenda como mandatario estadounidense es muy delicada, porque no es lo mismo ser listo a decidir con inteligencia los destinos de un pueblo, en donde no se discute ni está en juego gobernar para demócratas o republicanos, esta en juego el honor, el destino de un país y el comportamiento de seguridad nacional que tiene que garantizar todo presidente estadounidense. Por lo tanto, esta transición presidencial está buscando otros principios, que al momento no son los indicados ni aceptados por la mayoría del pueblo estadounidense, porque primero está esta gran nación y su sociedad de inmigrantes, como pensaron los fundadores de este gran país.