Guanajuato.- Con el tufo de las sospechas, León y Pachuca, saludablemente, jugaron a Caín y Abel. El 1-1 puede instigar suspicacias. El trámite belicoso en la cancha aligera el morbo. Del amor al odio, faltó un gol.
Goles de Hirving Lozano y Aldo Rocha pintaron de fraternidad el desenlace, aunque ambos equipos generaron situaciones de gol para hacer más sustancioso el marcador. Más el hueso que la carne.
Lejos de elegir la angustia comodina de especular con el juego, al final eligieron la ansiedad por la victoria; el León porque necesitaba viajar con ventaja, y el Pachuca por el regusto ofensivo que ha ido depurando.
El 1-1 deja la historia bajo consigna del misterio. León queda condicionado con el gol de visitante. Obligado incluso a tratar de asaltar al segundo mejor local del torneo, el único que mantuvo la virginidad de su estadio en el torneo.
TENSIÓN E INTENSIDAD…
Lozano comenzó temprano su show. Y el suplicio para Navarro. La crueldad de ‘Chucky’ es que advierte, amenaza, intimida. Y cumple. Al minuto 11, servicio de Guti y sacó su arsenal, que por conocido, no se devalúa: vértigo, diagonal, recorte y remate. El disparo vence a la derecha a Yarbrough. 0-1.
El asalto inesperado provoca la reacción esperada. León no encuentra en Luis Montes el cauce urgente, pero saltan Rocha y Cuevas, rompiendo sitios, para ponerle verticalidad. Así cosechan el empate.
Ocurre al 22′. Rocha recupera y enfila. Encuentra solidaridad y una sólida pared con Boselli. Recibe en el área. Zapatazo alto, violento, rabioso, ‘Conejo’ Pérez es un testigo convulsionado, mientras Murillo cierra tarde. Igualdad: 1-1.
El empate no provoca reflexiones ni remordimientos. Pachuca sigue convencido de ganar con una bayoneta de apellido Lozano. León asume la urgencia de la victoria. Ese 1-1 apestaba a suicidio.
Tena reacomoda. Perseguir a ‘Chucky’ es un desgaste doble, pero acordonan el suministro, mientras que obliga a Elías Hernández a incursionar por izquierda, pero es hasta la agonía del encuentro cuando logra meter un balón al área.
La pelota irrumpe poco en el área, pero los esfuerzos, constantes, consistentes, verticales, enjundiosos, mantienen una nerviosa expectación en un Estadio León que va poblando poco a poco su epidermis multicolor, pero sin llegar al lleno.
CON SIRENA ABIERTA…
Regreso. Sin cambios. Acaso en la forma. Cautela en ambos equipos. Cero errores parecía la consigna.
Apenas arrancando el segundo tiempo, Luis Enrique Santander empieza a percudir el encuentro: no se atreve a sacar una segunda amarilla a Murillo, al meter una plancha sobre Boselli, cuando por una falta menor ya le había recetado una amonestación apenas a los 14′.
León empieza a vivir sus mejores momentos con penetraciones al área de Luis Montes, quien cruza demasiado, y de Elías Hernández, quien elige un servicio forzado, cuando el perfil reclama la osadía del disparo, además de una balazo de Montes que exige la cabriola circense del ‘Conejo’ Pérez.
Cuando León asumía que el 1-1 era un pasaporte al suicidio, Pachuca rescata a Rodolfo Pizarro de la banca. Diego Alonso parecía pretencioso. Como queriendo definir la serie y cuatro minutos después de entrar, un remate de cabeza se escurre a la derecha de Yarbrough.
Oportunidades que desperdician Gutiérrez y Pizarro, por Tuzos, y Vázquez y Cano, por León, dejan esa sensación de suspenso en el marcador.
Pero, para el juego de Vuelta el domingo en Pachuca, Caín y Abel ya no podrán perdonarse la vida