viernes, julio 26, 2024

Cuando el hermano sustituye al papá

Cada vez son más los hijos que viven en familias con un solo padre a la cabeza. No sólo el número de madres solteras y de matrimonios divorciados ha ido creciendo, sino también el número de parejas que, por razones de trabajo o de seguridad, deben vivir aparte en diferentes lugares del mundo.

El por qué de la paternalización La separación de los padres, sea temporal o definitiva, desequilibra a la familia y por eso es fácil caer en el error de recostarse demasiado en un hijo para sostener la tambaleante estructura familiar. Agobiada por las responsabilidades que debe cargar sola, es frecuente que la madre o el padre en esta situación convierta a su hijo mayor, en el sustituto de su pareja ausente. Así, el menor se vuelve la persona a cargo de proteger a su madre, cuidar de sus hermanos y velar por el bienestar del hogar.

Lo grave es que las “ganancias” inmediatas de esta situación la hacen muy atractiva tanto para la mamá como para el hijo. Compartir la posición de jefe del hogar le da al niño cierto poder y privilegios que le resultan fascinantes, mientras que le ofrece a la mamá un soporte que le urge. Pero el precio que paga un menor sobrecargado de obligaciones adultas es muy alto. Vive agobiado porque siente que debe anteponer las necesidades de su madre y hermanos a las propias, mientras que disfruta del poder que le da su posición de “pseudo-papá”. Así, alterna entre el gusto de sentirse tan poderoso y la desesperación de sentirse tan atado.

El problema viene después A pesar de que estos niños son en general responsables, las consecuencias comienzan a aflorar a partir del momento en que su estatura sobrepasa a la de su mamá, es decir, la adolescencia. No sólo resisten su autoridad porque la ven inferior sino que la comienzan a agredir porque se sienten utilizados, y se vuelve muy difícil controlarlos. Lo paradójico es que como “maduran biches”, los hijos que actúan como adultos en la niñez carecen de la fortaleza afectiva para pasar a la adultez. Les ocurre lo mismo que a las frutas que se arrancan verdes del árbol: tardan más en madurar afectivamente o no maduran nunca. Como no saben dejarse cuidar ni relacionarse de igual a igual con sus congéneres, les es difícil establecer relaciones de pareja, además de que se sienten demasiado responsables por los demás, temerosos de depender de ellos y culpables de atender sus propias necesidades. ¿Cuál es la solución? Es urgente evitar actitudes que coloquen a los hijos en posición de adultos. Las mamás no deben permitir que el hijo ocupe el lugar del papá en su vida, ni invitarlo a ser su protector o confidente.

Los papás no deben delegarle sus funciones recomendándole que “cuide de su mamá”, y ambos deben evitar que estos hijos ocupen el lugar en su cama que debería ocupar su cónyuge, o que se conviertan en los papás de sus hermanos. Es muy cruel robarle a los hijos la posibilidad de gozar tranquilos su niñez por cargarlos con un peso que no les corresponde. Si bien es difícil hacer de papá y mamá a la vez, será más difícil y doloroso vivir las consecuencias de haberles agobiado la vida por ponerlos a aliviar la nuestra.

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