miércoles, abril 24, 2024

Primer indocumentada en recibir un doctorado de la Universidad de California en Merced

California.- Las ciencias, para Yuriana Aguilar, son un punto de reunión, una rama que une a la gente.

“La ciencia no tiene fronteras como nosotros”, reflexiona la muchacha de 26 años que este domingo se convirtió en la primera estudiante indocumentada en graduarse con un doctorado de la Universidad de California en Merced (UC Merced).

Habla de su graduación, de su largo camino, del trayecto que dieron sus padres desde México a Estados Unidos, de su llegada cuando tenía 5 años, y sabe que lo que vive sabe a triunfo.

“Le doy gracias a Dios por abrir las puertas, a la oportunidad de DACA y a mis padres que me apoyaron 100 por ciento siempre. Me da una inmensa alegría devolverles ese esfuerzo y sacrificio”, explica quien entró a la universidad en 2007 y que nueve años luego, se graduó con un grado doctoral de la división de biología cuántica y de sistemas.

Pero dice que esa satisfacción se entremezcla con la tristeza que le provoca ser la única en graduarse de la universidad con un título como el suyo.

“Me pregunto dónde se quedaron los demás porque no es que soy tan inteligente. Tengo bastantes primas que pudieron haber llegado lejos pero por políticas que les quitan el apoyo no se pudo”, reflexiona.

Es que para los estudiantes indocumentados como Yuriana, llegar a la universidad y graduarse puede ser cuesta arriba por no tener acceso a la ayuda federal. En ciertos casos se les prohíbe matricularse en universidades estatales o se ven forzados a pagar una matrícula onerosa como no residentes de los estados.

Para llegar al punto en el que se encuentra, Yuriana debió ir a contracorriente.

“Ella es un ejemplo para estudiantes indocumentados en California y en todo Estados Unidos de que es posible. Ella estuvo por cuatro años haciendo la licenciatura cuando no había ayuda financiera, DACA o programas para apoyar a los estudiantes”, explica Alejandro Delgadillo, quien está a cargo de la Oficina de Estudiantes Indocumentados de UC Merced.

Como dice Delgadillo, Yuriana y sus padres hicieron todo lo que pudieron para que ella pudiera seguir su sueño.

“Cuando entró el ‘Dream Act’ para ayudar a estudiantes en licenciaturas dije ‘qué bueno que están apoyando’, pero los que ya nos habíamos graduado y queríamos seguir no nos ayudó”, menciona.

A juicio de Yuriana, el país necesita una legislación a través de la que no se cierren las puertas para quienes se esfuerzan. “La educación ya es difícil y soy parte de una población muy pequeña que puede seguir hacia adelante. Hay lugares a los que quería solicitar y no miraban si era lo suficientemente cualificada sino si tenía estos papeles”, reflexiona.

Tales circunstancias, sin embargo, no la frenaron. Solicitó a todas las becas privadas que pudo y también a aquellas que como estudiante indocumentada no podría acceder. Nunca le avisaron, pero como afirma, era cuestión de intentar.

“Seguía con fe, sabiendo que se podría lograr”, afirma.

Ahora tendrá un diploma que valida su especialización en Electrofisiología y su pasión por investigar el campo científico.

“La ciencia es impresionante. Tengo la oportunidad de trabajar con un órgano entero, puedo tomar el corazón y estudiarlo a nivel celular”, expone quien agradece a profesores como Ariel Escobar que le enseñaron la conexión de la cardiología y la biología. Dice que en la ciencia no hay límites.

“Inicialmente yo quería ser doctora, pero después de mirar que la ciencia avanza el conocimiento y las herramientas usadas por los doctores, decidí que esto era lo que quería hacer”.

Pero ese deseo tomó forma en buena parte por el estímulo que recibió de su familia. Los Aguilar Torres venían de Michoacán y trabajaron en muchos lugares para que ella y sus hermanos avanzaran en la vida.

Cuenta Yuriana que a través de los años han vendido desde birria hasta pozole para fiestas como quinceañeros, y que su mamá llegó a vender enchiladas.

“Al final quizás ellos no cumplieron un sueño americano y no pudieron avanzar mucho económicamente, pero sienten que lo han conseguido a través de nosotros”, expresa.

Por eso, Yuriana ahora se convierte en doctora mientras sus dos hermanos y sus dos hermanas se abren paso en sus respectivos campos desde aviación, biología marina, medicina y justicia criminal.

Cuando llevaba bastante adelantando este artículo, Yuriana me escribió para decirme que uno de sus hermanos necesitaba decirme algo.

“Mi hermana es como un ídolo para mí, y que ella logre su doctorado, que haya llegado a este nivel, es como un milagro. Le dan más ganas a uno de estudiar”, cuenta Arturo Aguilar Torres, de 22 años, que se graduó este sábado con certificados en aviación comercial y ciencias políticas de la Universidad de Dakota del Norte.

Así de importante es el logro de Yuriana entre los suyos pero entre otros que quizás no la conozcan y ven en ella un modelo de hasta dónde uno llega cuando se tienen muchas ganas.

El grado doctoral la conducirá a explorar distintos campos, desde dar clases hasta trabajar en la industria farmacéutica. Por el momento, Yuriana dice que quiere interactuar directamente con la ciencia y en el futuro tener su propio laboratorio.

“Cuando era solamente voluntaria en el laboratorio, ¡mi familia ya creía que yo era una científica, y después de largo tiempo ahora es cierto!”, reflexiona de ese campo que tanto la intriga y que en este momento es su boleto a un futuro. El sueño, en el caso de Yuriana, vive.

El asunto era acercar a sus hijos a sus metas.

“Creo que ellos querían una mejor vida para ellos y sus hijos. Mi papá fue el primero que vino y quedó impresionado con lo limpias que eran las escuelas o que les dieran de comer a los alumnos. Cosas sencillas que para él era extraordinarias”, sostiene.

Los padres de Yuriana llegaron hasta el segundo y sexto grado de la escuela, y “aunque nadie les inculcó el valor de la educación, ellos valoraron a lo largo el efecto positivo de educarse”, explica ella.

Ahora que mira atrás, Yuriana sabe que ellos vieron la educación como un plan a largo plazo por el que valían la pena los sacrificios que estaban haciendo.

Según Yuriana, el que faltara la comida o que no tuvieran tanto dinero nunca supuso que ellos les pidieran a ella y a sus hermanos dejar de estudiar.

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