jueves, mayo 9, 2024

Los Cubanos varados que dejaron todo para ir a EE.UU.

LA HABANA, Cuba.- A Maribel no hay quien la controle. Tiene los ojos rojos y el rostro desencajado. Sus lágrimas son gordas y ovaladas y le ruedan por toda la cara. Las lágrimas van dejando el rastro curvilíneo de su paso hasta desprenderse de su rostro y estallar en las losas blancas y negras del piso de la casa de una vecina.

Maribel llora, grita y da golpes en la pared. Maribel vendió su casa hace 12 días para irse a los Estados Unidos y ahora, ella y sus dos niñas, ya no podrán cumplir su plan. Se han quedado sin sueño y sin techo.

El reciente acuerdo migratorio alcanzado por el gobierno de Cuba y la administración Obama –en su despedida–, ha cancelado la política de ‘pies secos, pies mojados’, dos anexos de la añeja ley de ajuste cubano de 1966 que estimulaba la emigración de los isleños hacia Estados Unidos, garantizándoles beneficios sociales y residencia permanente en el país.

Con esta derogación, ahora los cubanos como Maribel y sus hijas dejarán de tener un trato preferencial y único al arribar a tierras estadounidenses y pasarán a asumir el mismo status migratorio que el resto de los emigrantes de otras nacionalidades. Lo conseguido por los dos países es un viejo anhelo del gobierno cubano, el establishment de la isla lo vitorea, pero en las calles, muchos no saben si alegrarse o llorar.

Los que vendieron todo, varados en su propia isla

 Maribel apostó todo lo que tenía a una travesía por México. Todo lo de Maribel era un cuartucho en un tercer piso de un edificio en Centro Habana, en los altos de uno de los palacios de computación creado por la revolución, justo frente al parque de la Fraternidad. Un sitio estrechísimo, donde la sala era el cuarto y donde entre la cocina y el baño solo había espacio para una cortina de tela.

“Lo vendí en 2,500 CUC para poder irme rápido. Eso me daba para comprar el pasaje mío y el de las dos niñas y para poder brincar después la frontera”, dice Maribel y mira a las niñas que juegan en una esquina de la sala de su vecina. Una tiene seis años y la otra cuatro. La menor no conoce al padre y el padre de la mayor, que vive en España, no sabe que Maribel se la llevaba a los Estados Unidos sin su consentimiento.

  “Estaba cansada de luchar todos los días en la calle para poder darles de comer y vestirlas, para poder llevarlas a salir los fines de semana. Ellas no se merecen vivir en esa casa”, dice Maribel sobre las niñas, envuelta en un desconsuelo total que le rasga la voz, que se la tritura. “¿Y ahora qué hago? Tengo todo perdido, ni siquiera casa, ni siquiera dinero porque ya gasté una parte en los pasajes, no sé qué me voy a hacer”, dice y se desploma en una butaca de madera.

Maribel y las niñas no tienen familia. Era hija única y sus padres fallecieron hace más de una década atrás. Su vecina está consternada con la situación pero dice que ella no la puede asumir, que la ayudará hasta que ella pueda agenciarse algún sitio y que se quedará con las niñas para que puedan ir a la escuela al menos, pero que más no puede hacer.

Los pasajes de Maribel y las niñas tienen fecha para el 14 de enero hacia la Ciudad de México. “No sé qué voy a hacer, ya no puedo brincar la frontera pero en Cuba no quiero estar más”, dice.

Los que partieron, encallados en el camino

Después de escuchar la emisión estelar del noticiero nacional de la televisión cubana, Marta Estrada y Humberto Gómez han ido corriendo a un parque wifi del barrio del Vedado para intentar hablar con su hijo Tony, que se encuentra en Saint Kitts and Nevis desde hace dos semanas.

La derogación de la política de ‘pies secos, pies mojados’ ha sacado de la casa a Marta, a sus 51 años, en un vestido bien corto y ancho y en chancletas. Y a Humberto, a sus 53, en short y pulóver. Marta lleva una tableta y Humberto un smartphone. Llegan al parque y se sientan en plena acera, debajo de un poste de luz.

Tony, de 27 años, viajó a Saint Kitts and Nevis –nación que no le exige visado a los cubanos– con la intención de encontrar alguna vía que lo transportara hasta las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Una vez allí, podría negociar la posibilidad de asilarse con la ley de ajuste y posteriormente conseguir algún vuelo directo hacia territorio estadounidense.

Un grupo de inmigrantes cubanos descansa en un albergue ubicado en el mu...

“Estamos preocupados por él, porque acaban de tumbar los pies secos y los pies mojados y puede ser un problema si lo atrapan ilegal. La suerte es que él aún está en Saint Kitts and Nevis como turista y puede regresar para atrás”, comenta Marta, mientras Humberto le escribe a Tony.

Un rato más tarde, hablan por video llamada. Tony les dice a sus padres desde el smartphone: “Esto aquí está revuelto, hay cientos de cubanos que igual que yo iban a cruzar pero que ahora no saben qué van a hacer. Yo voy a esperar unos días y el domingo viro para La Habana”.

Los padres le aconsejan que regrese, que no haga ninguna trastada. Al parecer Tony lo tiene bien claro y está decidido a ponerle marcha atrás al asunto. “La culpa es mía, cuando el río suena por algo es y hace rato la gente estaba diciendo que esto iba a pasar y mira, pasó incluso antes de Trump. Yo tenía que haberme ido antes”, dice el rostro pixelado de Tony, que se congela en los momentos más álgidos de la conversación.

 

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