Tijuana – México. – Más de 20mil migrantes que han intentado ingresar a Estados Unidos y fueron llevados Tijuana, Ciudad Juárez o Matamoros, hoy sufren y extrañan sus raíces, al menos eso expresan los más pequeños de las familias de inmigrantes soñadores.
Tal es el caso de Valeria Figueroa, una pequeña niña de origen hondureño que llora por los abrazos de su abuela, quien antes de que su madre tomará la decisión de emigrar, era quien la cuidaba. A Valeria le cambiaron los abrazos de su abuela por un corazón de peluche que hay en un mueble en el albergue Madre Asunta, un albergue habilitado para mujeres y niños en Tijuana, donde se encuentra.
Madre e hija salieron de Honduras en febrero y desde ese momento todas las mañanas, la primera pregunta de la pequeña a su mamá, Celia, es “¿cuándo nos vamos a regresar?”. La triste respuesta es “nunca”.
La razón que llevo a Celia a abandonar Hondura fue el asesinato de un tío de Valeria, desde ese momento los responsables del homicidio no dejaban de rondar la casa en la que ellas vivían, el objetivo era causar miedo a la familia.
Ante la respuesta negativa que cada día recibe Valeria, con relación a su retorno a Honduras, la niña ahora a decidió en cada conversación telefónica con la abuela, invitarla a que ella la visite. Lo más probable es que eso tampoco ocurra.
“También extraño la escuela y no me gusta la comida aquí porque le echan solo sal”, dice la niña de 6 años.
Preocupada por la pérdida de peso de su hija, Celia indicó “Ella estaba más gordita cuando nos vinimos. No está acostumbrada a esta comida. Allá era feliz con su arroz y sus frijoles”. Valeria le replica entre brincos: “Y el pollo, pollo para mí, mami”.
Celia y su niña intentaron entrar caminando por California. Pero fueron arrestadas por la Patrulla Fronteriza y devueltas a México bajo los Protocolos de Protección de Migrantes (MPP).
Madre e hija ya tuvieron su primera fecha de corte el 6 de agosto; la próxima les toca a finales de septiembre y aún no tienen abogado.
En el último mes y medio, familias centroamericanas completas han comenzado a retornar a sus países, representando esto un logro para Trump.
«A mi me gusta Honduras, allá tengo mis juguetes», dice Valeria Figueroa, de 6 años, quien a diario le pide a su madre que se regresen a casa.