sábado, mayo 4, 2024

Incapacitado en vías de obtener la visa U

Alejandro Carrillo le dan escalofríos y se pone a temblar al recordar el momento en el que un balazo lo condenó a vivir en una silla de ruedas por el resto de su vida. Pero de esta tragedia  que sufrió en 2010, algo bueno se ve venir, la posibilidad de tener un estatus migratorio en Estados Unidos. Esta semana recibió la certificación policiaca, requisito fundamental para solicitar la visa U que se otorga a las víctimas de crímenes violentos.

“Me siento feliz porque estoy viendo una luz al final del túnel”, dice Alejandro de 30 años de edad.

Él nació en Guadalajara, México. A los dos años de edad, sus padres lo trajeron a Los Ángeles.

A los 21 años, su vida cambió para siempre. Era el 2 de mayo de 2010 cuando se organizó una fiesta en su casa en el área de Mid-City de Los Ángeles. “Como a las 12 de la noche, hubo una pelea afuera. Como siete u ocho pandilleros estaban golpeando a un amigo. Yo me metí a tratar de apartarlos’, recuerda.

Pero empezaron los botellazos. A Alejandro le tocó uno, y comenzó a sangrar profusamente. De repente alguien sacó una pistola. “Yo vi a un hombre empuñar una arma, y apuntar. Doblé el cuerpo para protegerme, pero me alcanzó a dar. Después ya no sentí más”, dice.

Alejandro cuenta que despertó en una cama de hospital conectado a un montón de tubos. “Lo primero que hice fue preguntar qué día era. Ya era 7 de mayo. Llevaba cinco días dormido”, narra.

Después me explicaron que un balazo me pegó abajo del brazo derecho, atravesó el pulmón, afectó la espina dorsal y quedó a dos pulgadas del corazón.

“Pasé dos meses en el hospital. Regresé dos años después a una cirugía de emergencia después de que sufrí una caída. Ahí fue cuando me dijeron que no iba a volver a caminar”, dice sin parar de temblar como si sintiera muy frío.

Para Alejandro la noticia fue devastadora. “Me deprimí y me estresé mucho”, dice.  Él era quien apoyaba a su mamá con su trabajo de cocinero ahora es su madre quien lo tiene que cuidar a él.

Su estatus indocumentado complicó su atención y cuidado médico. “Me dieron Medi-Cal limitado, y no pude recibir ningún otro tipo de apoyo”, cuenta.

Fue un hermano quien le dijo que él podía calificar para una Visa U, la visa que el gobierno estadounidense entrega a las víctimas de crímenes violentos.

“El problema fue que durante dos meses, estuve yendo a la División Southwest de la Policía, y nunca pude hablar con el detective que llevó mi caso”, dice.

 

Este año decidió ver a un abogado en migración, y tocó la puerta de las oficinas de Eric Price.

La semana pasada recibió la certificación policiaca. “Me siento con esperanzas”, admite Alejandro. Y revela que su mayor deseo es regresar a la escuela. “Me gustaría estudiar programación y dibujo, trabajar, ser independiente y tener un lugar propio dónde vivir”, confiesa.

Pero sobre todo dice que quisiera salir de las sombras en las que vivido durante 28 años. “Son muchos años de sentirme como un ciudadano de segunda clase. No solicité DACA – la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia – por temor y desconfianza a que me fueran a deportar”, confiesa.

Alejandro sueña con convertirse en residente de los Estados Unidos para viajar y buscar ayuda en otros lugares para su condición médica, pero también para tener voz. “Me gustaría poder votar y contar con una voz política”, externa.

 

El abogado Eric Price dice que obtener la certificación policiaca para probar que sé fue víctima de un crimen, es más complicado con el paso de los años. “Es posible que los expedientes se puedan destruir. Entonces el trabajo del abogado en encontrar maneras creativas para dar con los archivos. Por eso mi recomendación a quienes son víctimas de crímenes es que soliciten la certificación cuanto antes”, señala.

Y reconoce que la ley de California, SB 574 que entró en vigor en 2016, la cual requiere que las agencias policiacas certifiquen que un inmigrante fue víctima de un crimen y que ha cooperado y ha ayudado a los oficiales, ha ayudado mucho.

“Lo que pasaba antes, es que con frecuencia, las agencias de policía no respondían o no estaban muy dispuestas a apoyar a los inmigrantes con sus peticiones de certificación para una visa U”, expone.

Eso fue lo que le pasó a Alejandro Carrillo quien nunca obtuvo respuesta del detective para ayudarlo con la certificación policiaca.

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