sábado, abril 27, 2024

“Con Dios por delante” familia de refugiados guatemaltecos vencen retos en LA

California.- Un asalto en el que estuvieron a punto de perder la vida en Guatemala, hizo que Elcias Hernández mandara traer a su esposa y sus dos hijos a Los Ángeles.

“Contraté a un guía. Me cobró 10,000 dólares. Duraron 12 días en el trayecto entre Guatemala y la frontera sur de Estados Unidos”, dice Hernández.

Días atrás, su esposa le habló desesperada porque habían sufrido un grave asalto en el autobús de regreso de la escuela de su hijo.

Hernández ya llevaba cinco años separado de su familia. Había venido a Los Ángeles en busca de una mejor vida para su familia.

Platica que en el momento del atraco, se había quedado sin empleo.

“Sin tener dinero ni saber cómo iba a pagar al guía, mandé por ellos. Lo que hice fue hablarle a mi pastor y nos pusimos a orar juntos. A los dos días, ya tenía trabajo como handyman (empleado de mantenimiento), el mismo empleo que ahorita tengo. Conseguí un préstamo para pagarle al guía. En año y medio lo terminé. No sé ni cómo”, cuenta.

Su esposa Nancy, sus hijos Yordin de 15 años y Sara de 9 años corrieron con suerte porque tras ser aprehendidos por agentes de Migración, al cruzar la frontera, solo los detuvieron un día.

“Yo le rogaba a Dios que nos permitiera salir pronto, porque estábamos en un cuarto en el que no se sabía si era de noche o de día”, dice Nancy Hernández.

Los hijos de Hernández cruzaron en octubre de 2013 cuando empezaba a arreciar el éxodo de niños centroamericanos no acompañados debido a la violencia y la pobreza que se vive en El Salvador, Honduras y Guatemala.

Acosados por la violencia

Su esposa recuerda todavía asustada el asalto que sufrieron en el autobús que la llevaba a su aldea en el sur de Guatemala.

“Por la misma situación de violencia, yo no dejaba a mi hijo que se fuera solo a unas clases de computación. Lo esperaba hasta que salía”, comenta. De regreso a su casa, se subieron al autobús tres hombres y con pistolas los amenazaron de muerte. “Nos llevaron a un paraje fuera del camino y ahí nos quitaron todo. Yo llevaba dos teléfonos. Entregué uno y toda temblorosa me guardé otro. Los asaltantes dijeron que si alguno era descubierto sin entregar todas sus pertenencias lo matarían. Mi hijo me dijo, ‘entrega ese teléfono. si no te matan”, relata.

Tras el incidente, Nancy cuenta que su hijo ya no quiso regresar a las clases de computación y quedó muy afectado, lloraba de la nada.

“Yo quedé toda nerviosa, pero trataba de no llorar delante de mi hijo”, indica.

Obra divina

Hernández no tiene duda de que su apegó a Dios y sus oraciones le dieron fuerza. “Desde que llegaron mis hijos, el trabajo no me ha faltado y siempre he ganado más del salario mínimo”, cuenta.

Aún cuando un par de meses se quedó sin trabajo, no le faltaron ingresos porque se también trabajaba como bolero ambulante en las calles de Beverly Hills. “No va a creer, pero ganaba hasta 100 dólares diario. Lo único malo es que terminaba muy cansado porque tenía que cargar el cajón”, dice.

Hernández vive con su esposa y sus dos hijos en Reseda, en el Valle de San Fernando. Su vivienda, en la parte trasera de una casa, está compuesta por un cuarto amplio donde hay tres camas. Tiene una minicocina y un baño. Paga 800 dólares de renta.

“De mi sueldo de 2,000 dólares mensuales salió para pagar el préstamo del guía, al abogado, la renta, la comida y el diezmo, ¿puede usted creer?”, dice sonriendo.

Discreción Fiscal

El abogado en migración Eric Price los ayudó a obtener la discreción fiscal, un beneficio migratorio que los protege de la deportación, les otorga un permiso de trabajo de por vida y un número de Seguro Social. Cuando sus hijos tengan los 16 años, ellos podrán tener un permiso de trabajo. Yordin, el hijo mayor, dice que quiere ser un ingeniero a cargo de los planos de los edificios.

“Toda la familia ha quedado protegida”, dice complacido.  Nancy trabaja en una fábrica de elaboración de té en el Valle de San Fernando. Antes de tener el permiso, la inmigrante dice que los fines de semana hacia tamales para vender y sin tener papeles, consiguió empleo en una cafetería chapina en el Valle.

Hernández confía que han superado todos los desafíos de la nueva vida en Los Ángeles con “Dios por delante” y porque su familia ya está por fin junta.

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