Las próximas elecciones de noviembre 2017, para encontrar al nuevo inquilino de la Casa Blanca, se está tornando con un matíz sumamente preocupante en los electores estadounidenses. Actualmente, los pre-candidatos demócratas y republicanos han opcionado más por posiciones personalizadas antes que enfocar los problemas de fondo y de forma en cuanto al contenido de interés a la Nación y la visualización de política internacional.
A muy a gusto de estos personajes de la política norteamericana, exhiben un menú de mal gusto hacia los votantes. Sus presentaciones nos han dado un cuaderno en borrador para que el país saque a limpio sus propias tareas y no de los candidatos; es decir, según ellos, hay que desarrollarles una ecuación en el pizarrón comprándoles la tiza con un borrador desechable.
Estas presentaciones con aspiraciones presidenciales no están llegando al mandante elector, que desea un concepto cualitativo antes que cuantitativo, porque el debate no sirve para convertir adeptos de un candidato en seguidores de otro. Puede, en cambio, influir en los indecisos y abstencionistas. Consecuentemente, si en una elección se detectara un número considerable de indecisos y abstencionistas el debate podría cobrar trascendental importancia. Tampoco el debate ha logrado establecer su rango como el mejor instrumento de juicio y aquilatamiento de los candidatos. Cuando se trata de candidatos de larga trayectoria política poco o nada puede añadir el debate. Mayor importancia la tuvo para el caso de un candidato poco conocido como Kennedy, en su momento histórico.
Si los candidatos han logrado amplia cobertura por los diferentes medios de comunicación y se han expuesto a un suficiente número de entrevistas radiales y televisivas, será difícil que el debate enriquezca a la opinión pública con algo novedoso e importante.
De hecho en las campañas se da una especie de debate “diferido” ya que los candidatos hacen referencia a las ofertas, soluciones propuestas y alusiones personales, luego de escuchar a sus adversarios.
El debate más que un elemento de mejor apreciación de los candidatos es un factor de estrategia y táctica política. Por eso, de ordinario, buscan debatir los candidatos que por diferentes razones se encuentran en desventaja respecto a la preferencia electoral.
Por consiguiente, se puede establecer la siguiente regla de oro: no se debe prestar al debate el candidato que goza de claro margen de apoyo popular y cuyo triunfo está prácticamente asegurado.
En la práctica esta regla no ha sido respetada por todos los candidatos. Se debate o no de acuerdo con la ventaja que se crea obtener, pero en tanda, a todos perjudica porque los electores retienen menos las diferencias.
La elección de un Jefe de Estado es demasiado importante para la consolidación de la democracia y demasiado arriesgada si se la efectúa sin suficiente elementos de juicio sobre la capacidad de los candidatos y su eventual desempeño en el ejercicio del poder sobre todo en tiempo de crisis. El debate es un magnifico instrumento para evaluar alternativas y votar mas acertadamente.
El debate nos expone a criterios contrapuestos, a opciones diferentes, a argumentos opuestos y nos brinda la oportunidad de ejercer nuestro juicio critico para escoger la mejor alternativa.