La Habana.- La banda británica arribó ayer al aeropuerto José Martí de la capital en un vuelo privado que trajo además a unos 60 de sus técnicos de apoyo y a la familia de los cuatro músicos para su megaconcierto del día de hoy.
Mick Jagger saludó brevemente en español y se mostró feliz de estar en la isla.
Los admiradores cubanos esperan ansiosos la presentación de los Rolling que, según palabras de los organizadores, será un espectáculo recordado por años.
Desde hace un mes trabajan obreros, técnicos y especialistas en la Ciudad Deportiva, donde se hará el concierto, para dejar listo el escenario. El concierto gratuito será el cierre de su gira Olé, que los ha llevado por Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, Colombia y México.
El Instituto Cubano de la Música indicó que la mayor parte de la infraestructura que se usará para el concierto es completamente nueva e incluye un audio de 1,3 toneladas, ocho repetidores de sonido y siete pantallas que serán instaladas para que el público pueda apreciar mejor el espectáculo.
El recital no será transmitido en vivo por televisión, en cambio se realizará un documental, agregó la dependencia isleña.
«Hemos llevado a cabo (conciertos) en muchos lugares especiales durante nuestra larga carrera, pero este espectáculo en La Habana va a ser un hito para nosotros, y, esperamos, para todos nuestros amigos en Cuba también», señaló la legendaria agrupación, previo a su llegada, en un comunicado.
Los cubanos recibieron a los Rolling apenas dos días después de despedir al presidente Barack Obama, el primer presidente de Estados Unidos en viajar a la isla en casi 90 años y en el marco de un deshielo binacional.
La presencia de las Satánicas Majestades en la isla salda una deuda histórica de la revolución cubana que la polarizada década de 1960 los silenció de las radios y persiguió a los muchos de los cultores de la estética rock, acusándolos de ser una influencia perniciosa de las sociedades capitalistas para los jóvenes.
Sin embargo, toda una generación de cubanos se las ingenió para escucharlos en discos de vinilo que se pasaban de mano en mano. Finalmente el rechazo oficial a los Rolling Stones y otras bandas, como sus compatriotas los Beatles, se revirtió en los años ochenta.