miércoles, octubre 2, 2024

Cómo pueden cambiar las cosas en las universidades tras el fallo del Supremo sobre la Acción Afirmativa

Austin.- El caso Fisher v. University of Texas at Austin ha planteado lo que para muchos es difícil de imaginar: una estudiante blanca reclamó que la universidad le negó la admisión para favorecer a minorías menos cualificadas por las políticas de admisión que favorecen la diversidad en ese centro de estudios superiores.

El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha dejado para este jueves 23 o el lunes 27 de junio la decisión de este caso, que revisa el peso de la política, conocida en inglés como affirmative action, que garantiza la igualdad de oportunidades sin distinción de raza, sexo, edad, religión u orientación sexual.

«Esta será una decisión que afectará toda la trayectoria educativa de los Estados Unidos», dice la profesora asociada de educación superior en New York University, Stella M. Flores.

De acuerdo con Flores, si el Supremo llegara a declarar inconstitucional el uso de la raza en las admisiones de UT, las repercusiones podrían sentirse desde antes que los jóvenes entren a la universidad.

Junto al fallo quedan pendientes veredictos clave de la Corte Suprema de Justicia en cuanto a la Acción Ejecutiva migratoria de Barack Obama y una ley que ha restringido el aborto en Texas.

Fisher v. University of Texas at Austin tuvo sus inicios en 2008 cuando una mujer blanca, Abigail Fisher, demandó a la Universidad de Texas por no admitirla como alumna al aplicar criterios que dan prioridad a los jóvenes pertenecientes a minorías, especialmente afroamericanos e hispanos.

Esta estudiante no se graduó entre el 10% de mejores calificaciones de su clase en secundaria, lo que le hubiera asegurado un espacio en el campus de Austin de dicha institución. Posteriormente la UT redujo ese criterio de admisión a 7%. En aquel entonces ella tampoco fue aceptada en el programa que toma en cuenta el perfil racial, entre otros factores, para obtener un cupo en la clase.

La UT tiene un sistema de admisión “holístico” basado en la revisión de cada solicitud de los estudiantes de nuevo ingreso que considera factores como la raza y la etnicidad así como el idioma que se habla en el hogar del solicitante, según la página de la oficina de admisiones de dicha institución.

Fisher v. University of Texas at Austin es, así las cosas, un reto a la consideración de la raza en el proceso de admisión a programas de pregrado en esta universidad. Un caso clave en el rumbo de la educación en el país.

Según la profesora Flores, «la decisión de la corte podría decir que la etnicidad no cuenta tanto como antes, pero la verdad cuenta mucho y cuenta más en las escuelas públicas». Es que, como dice Flores, hoy día la mayoría de los alumnos en las escuelas públicas del país son minorías pero impera «una gran desconexión» entre esa demografía y su representación en las universidades selectivas «que son predominante blancas».

Algunas claves del caso

El máximo tribunal de Estados Unidos revisó este caso el 10 de octubre de 2012 y posteriormente, el 24 de junio de 2013, en una decisión 7-1, el Supremo dejó la puerta abierta a la acción afirmativa en las universidades al enviar dicha política de la UT a la consideración de un tribunal inferior para que considerara si la universidad realmente necesita ver la raza en sus admisiones para conseguir un estudiantado más diverso.

Luego la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito, en una decisión 2-1, falló en 2014 a favor de la política que considera la raza y la etnicidad en el programa de admisión de la UT.

Ante esa decisión, el caso tuvo su segunda vuelta en el Supremo en 2015.

Durante una audiencia el pasado 9 de diciembre, la controversia se insertó en la discusión pública cuando el fenecido magistrado Antonin Scalia sugirió que los estudiantes afroamericanos deben estudiar en centros universitarios menos calificados.

«Hay quienes consideran que a los afroamericanos no les beneficia ingresar a la Universidad de Texas, donde no rinden, y que deberían ir a universidades menos avanzadas donde les va bien», dijo Scalia en ese entonces.

La disputa entre la UT y Fisher se fundamenta en la pregunta de hasta qué punto la raza de un estudiante tiene peso en la decisión de admitirlo en una universidad.

«Mis padres siempre me enseñaron que está mal discriminar. Espero que el Tribunal Supremo decrete que todos los futuros solicitantes de nuevo ingreso a la Universidad de Texas puedan ser considerados sin que su raza o su etnicidad se utilicen en el proceso de admisiones», había dicho Fisher –que finalmente se graduó de la Universidad de Luisiana– en declaraciones escritas en 2012.

Y a juicio de una de las voces a favor de Fisher, Edward Blum, presidente del Project on Fair Representation, «añadir preferencias raciales al plan de la UT de ofrecer admisión a los estudiantes en el 10% (de su clase en secundaria) es innecesario, divisivo, estigmatizante e inconstitucional».

Pero la acción afirmativa es una política que resulta del movimiento de derechos civiles en la década de 1960 y por la cual una institución u organización se involucra activamente en esfuerzos para mejorar las oportunidades de grupos históricamente excluidos o subrepresentados.

Según la profesora asociada de educación superior en Pennsylvania State University, Liliana M. Garces, aunque la acción afirmativa del presente es más moderada comparada a sus inicios -al intentar remediar las consecuencias de la discriminación- su implementación en favor de la diversidad en las aulas sigue siendo relevante.

«Investigaciones demuestran que la acción afirmativa mejora la educación de todos los estudiantes y que es una práctica que avanza la educación de los hispanos y afroamericanos», indica Garces.

Fisher v. University of Texas at Austin se ha enmarcado, a su vez, en momentos que universidades en Estados Unidos como la de Missouri registraron tensiones raciales y que otras instituciones de educación superior han enfrentado discusiones en torno a la inclusión y modos de atajar el racismo.

Este caso trae a cuestas varias interrogantes, entre ellas, cómo las políticas de admisión universitaria se seguirán transformando al compás de cambios demográficos que ya toman forma con los hispanos como la minoría más grande de EEUU.

«En todas mis investigaciones encuentro que si la acción afirmativa no se toma en cuenta, como uno de varios factores de la identidad de los estudiantes, la representación de las minorías baja en las universidades», dice Garces.

Por eso, la decisión de Fisher v. University of Texas at Austin podría tener repercusiones no solo para los hispanos y otras minorías sino para lo que se entiende como un proceso equitativo de admisión universitaria.

«Una decisión a favor de la universidad no resolverá la inequidad pero no tener la acción afirmativa definitivamente perjudicará los esfuerzos por la equidad», sostiene Flores. «La acción afirmativa no es suficiente pero es necesaria para que las minorías vayan a escuelas selectivas y participen en áreas clave para el desarrollo económico de Estados Unidos como la medicina, las leyes, la educación y las disciplinas STEM».

Según el blog de la Corte Suprema, nadie espera un empate en la decisión de este caso ya que la jueza Elena Kagan se recusó del mismo y tras la muerte de Scalia, la decisión de Fisher v. University of Texas at Austin queda en manos de siete jueces.

Siete magistrados que tomarán una decisión que bien puede llegar a afectar la forma en que se entiende la diversidad en la universidades.

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