Por: Maribel Hastings
La militarización de la política migratoria va viento en popa, y se anunció que el gobierno de Donald Trump agiliza la construcción del centro de detención más grande de Estados Unidos, lógicamente en una base militar, Fort Bliss, en El Paso, Texas.
Aunque la instalación se completará en 2027, los medios reportan que comenzará a recibir inmigrantes de inmediato. Esperan albergar a 1,000 inmigrantes inicialmente y agregar 250 camas por semana hasta llegar a la cifra máxima de 5,000 cupos.
La mayoría de los detenidos y deportados por Trump no son criminales. De los casi 57,000 inmigrantes detenidos en estos momentos por ICE, el 71% no tiene historial delictivo, según el reporte de TRAC.
Pero la inmigración es el eje de la estrategia de Trump explotando la falsa narrativa de “criminales» e “invasores” para justificar todos los atropellos y excesos de su cruzada antiinmigrante: detenciones arbitrarias por enmascarados basándose en perfiles raciales, pisotear el debido proceso de ley, deportaciones a terceros países, desaparecer gente en el sistema, e ignorar órdenes judiciales, entre muchos otros.
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Como conejillos de Indias
Trump usa a los inmigrantes como conejillos de Indias para probar hasta dónde pueden llegar sus excesos, pero sus objetivos van más allá de los inmigrantes.
Poco a poco el público comienza a digerir la magnitud de lo que ocurre y rechaza, según diversos sondeos, la política migratoria de Trump de detenciones indiscriminadas y deportaciones. Pero la respuesta todavía no está a la altura del peligro que nos acecha.
Aunque no cabe duda de que el gobierno de Trump encabeza una guerra racial contra los inmigrantes de color, incluye además a las comunidades de color, aunque sean ciudadanos, y a sus “enemigos” políticos e ideológicos.
Cada semana, son varios los desarrollos que suenan la alarma de que lo que ocurre en el país es muy peligroso porque se erosionan las instituciones, el debido proceso de ley, y la democracia misma.
Por ejemplo, el despido de la comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales, Erika McEntarfer, por presentar un reporte basado en datos que a Trump le pareció “débil” y la acusó de “manipular” las cifras.
Y ni hablar de la telenovela del caso Jeffrey Epstein , donde la encarcelada cómplice del ya fallecido convicto pederasta, Ghislaine Maxwell, convicta por tráfico sexual, entre otros cargos, fue trasladada a una instalación de mínima seguridad tras conocerse que los documentos de la pesquisa del sonado caso mencionan a Trump, quien era amigo de ambos.
Y es que para Trump, el Departamento de Justicia es su firma personal de abogados que no velan por el bienestar común de los estadounidenses sino por sus intereses.
Todo esto pasa y no hay consecuencias para Trump quien tiene de su lado al Congreso de mayoría republicana y en gran medida a las cortes, incluyendo la Corte Suprema de la nación que le confirió inmunidad al presidente que va por la libre en su ruta a la autocracia.
De hecho, para solidificar la mayoría republicana en el Congreso, Trump y sus compinches de Texas, el procurador Ken Paxton y el gobernador Greg Abbott, impulsan un plan de redistribución de distritos cinco años antes de lo previsto y un año antes de las elecciones intermedias para sumar hasta 5 escaños republicanos a expensas de los demócratas y de los votantes de color.
Ley de Derecho al Voto
Justo en la semana en que se conmemora el 60 aniversario de la Ley de Derecho al Voto de 1965 promulgada un 6 de agosto de 1965 por un presidente demócrata, Lyndon B. Johnson, irónicamente texano.
Otro objetivo de Trump son la radio y la televisión públicas a quienes acusa de favorecer a los liberales. El control de la información es otro componente de la hoja de ruta a la autocracia.
La lista de pasos hacia esa autocracia es larga y sumamente preocupante.
Más al Sur, en El Salvador, el presidente Nayib Bukele, logró la aprobación de una enmienda constitucional que permite la reelección indefinida, aumenta de 5 a 6 años el periodo presidencial, y elimina la segunda vuelta electoral.
Este sería el sueño dorado de Trump y al ritmo que vamos, no le extrañe que próximamente trate de emular a su cuate Bukele.