Al arrancar los debates presidenciales, no está de más resaltar algunos contrastes entre el presidente Joe Biden y el virtual nominado presidencial republicano, Donald Trump, en materia migratoria.
Porque si bien es cierto que algunas de las medidas tomadas por Biden han molestado a grupos pro inmigrantes y sectores progresistas, muchos parecen olvidar las atrocidades cometidas por el gobierno de Trump, como la separación de niños y bebés de sus padres en la frontera; las otras que trató de implementar pero fueron frenadas en tribunales, como el veto musulmán o eliminar DACA; y las que planifica implementar si una nación desmemoriada le concede por segunda vez llevar las riendas del país. Están contenidas en el maquiavélico Proyecto 2025, una hoja de ruta para la potencial nueva presidencia de Trump, cuyo eje en inmigración son las redadas y deportaciones masivas, y enormes campos de detención.
Hemos criticado a los demócratas cuando han desaprovechado oportunidades para impulsar la reforma migratoria o cuando han adoptado políticas migratorias cuestionables. Pero los principales culpables de la falta de esa reforma son los republicanos que por décadas la han entorpecido para explotar el tema con fines políticos. Es su arma electoral favorita y el ciclo presidencial 2024 no es la excepción.
Es de anticipar que Tump explote el horrendo asesinato de una niña de 12 años de edad en Houston, Texas, a manos de dos indocumentados de reciente ingreso para pintar a todos los inmigrantes como criminales y para atacar la política migratoria de Biden, quien no la ha tenido nada fácil con el tema de los refugiados.
Biden y los demócratas saben que una reforma migratoria no se aprobará en una Cámara Baja de mayoría republicana ni en un Senado demócrata donde se requieren 60 votos para avanzar medidas o donde un solo senador puede obstruir un proyecto de ley mediante el filibusterismo.
A Biden le ha tocado echar mano de medidas administrativas y de órdenes ejecutivas.
Cuando el Título 42 llegó a su fin, Biden creó programas para aliviar la presión en la frontera. Entre esos está el permiso de permanencia temporal (Parole) para cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos (CHNV). Pero Texas y otros 20 estados republicanos presentaron una demanda en contra del programa aunque se inspira en uno creado para los ucranianos a raíz de la guerra con Rusia. Otro ejemplo de cómo los republicanos se oponen a soluciones prácticas.
El gobierno de Biden también estableció el programa Movilidad Segura en algunos países de centro y sudamérica para que personas elegibles iniciaran su proceso de asilo sin cruzar selvas y desiertos hasta llegar a la frontera.
Asimismo, el Departamento de Estado creó el programa Welcome Corps que permite que refugiados sean auspiciados por ciudadanos y residentes permanentes de Estados Unidos en su proceso de reasentamiento como solicitantes de asilo.
Biden giró una orden ejecutiva para que ciertos cónyuges e hijos indocumentados de ciudadanos estadounidenses puedan legalizarse, decreto que beneficiará a medio millón de cónyuges y a 50 mil hijos indocumentados menores de 21 años de edad de ciudadanos estadounidenses.
Otra orden permite que los beneficiarios de DACA y otros Dreamers graduados de universidades estadounidenses y que tengan una oferta laboral, obtengan visas de trabajo.
Biden también ha designado o extendido el TPS a cerca de 700 mil nacionales de 16 países, incluidos latinoamericanos y caribeños.
Estos programas conceden permisos de trabajo y estos migrantes contribuyen miles de millones de dólares anualmente a nuestra economía.
Trump, por el contrario, quiere desmantelar estos programas, y además de su sello de crueldad y racismo hacia los inmigrantes, su otra carta de presentación es un ridículo muro fronterizo que nunca completó.
Pero la mayor de las distinciones entre Biden y Trump es la retórica racista y deshumanizante contra los inmigrantes que es la marca del expresidente republicano. Trump también ha normalizado y hecho suyas, y ahora del Partido Republicano, teorías conspirativas antes limitadas a grupos supremacistas marginales que ahora se codean con la plana mayor del GOP.
Teorías como la “invasión” por la frontera con México, el “gran reemplazo” de votantes blancos con inmigrantes y minorías para arrebatarles su poder político, o la falsa idea de que los inmigrantes votan de manera fraudulenta en las elecciones, mentira que ahora Trump y los republicanos emplean para declarar “fraude” electoral si los resultados de las elecciones no les favorecen.
No sabemos qué ocurrirá el 5 de noviembre. Sí sabemos que hay claras distinciones entre ambas figuras en inmigración y en otros asuntos vitales para el país. La interrogante es qué decidirán los votantes.